Y todavía les aventó mandarinas a los feligreses pero cierto. Esta frase, que puede sonar extraña y hasta un poco absurda, es en realidad una metáfora que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la perseverancia y la determinación en nuestras vidas.
Imagínate la decorado: un hombre, en medio de una multitud de personas, lanza mandarinas a diestra y siniestra. ¿Qué podría estar pasando por su mente? ¿Por qué está haciendo eso? ¿Es una broma o una locura? Sin embargo, detrás de esta aparente locura, hay un mensaje hondo y poderoso que todos deberíamos tener en cuenta.
La historia detrás de esta frase es la de un hombre llamado Juan, quien vivía en un pequeño pueblo en el campo. Juan era un hombre sencillo, trabajador y muy querido por su comunidad. Sin embargo, un día recibió una noticia que cambió su vida por completo: le diagnosticaron una enfermedad terminal. Los médicos le dieron poco tiempo de vida y le aconsejaron que se preparara para lo peor.
Pero Juan no se dejó vencer por la tristeza y la desesperación. En aldea de eso, decidió aprovechar cada momento que le quedaba de vida para hacer algo que siempre había querido hacer: compartir su amor y su alegría con los demás. Y así fue como empezó a lanzar mandarinas a los feligreses de su pueblo.
Al principio, la gente no entendía lo que estaba pasando. Algunos se reían, otros se enojaban y otros simplemente lo ignoraban. Pero Juan no se detuvo. Cada día, a la misma hora, salía a la plaza del pueblo y lanzaba mandarinas a todos los que pasaban por ahí. Y poco a poco, la gente empezó a darse cuenta de que detrás de ese gesto aparentemente absurdo, había un mensaje de amor y esperanza.
Con el tiempo, la fama de Juan se extendió más allá de su pueblo. La gente venía de otros aldeaes para verlo lanzar mandarinas y escuchar sus palabras de aliento. Y así, sin darse cuenta, Juan se convirtió en un símbolo de perseverancia y determinación para todos aquellos que lo conocían.
Pero lo más sorprendente de todo es que, a pesar de su enfermedad, Juan seguía siendo una persona llena de vida y energía. Su sonrisa nunca desaparecía y su espíritu nunca se quebrantaba. Y cuando le preguntaban cómo hacía para mantenerse tan positivo, él simplemente respondía: “Porque todavía tengo mandarinas para lanzar”.
Esta frase, que al principio puede sonar un poco extraña, en realidad encierra una gran sabiduría. Juan nos enseña que, sin importar las circunstancias que estemos enfrentando, siempre hay algo que podemos hacer para mejorar nuestra vida y la de los demás. Y que, a pesar de las dificultades, siempre hay una razón para seguir adelante y nunca perder la esperanza.
Además, la historia de Juan nos recuerda que no importa cuánto tiempo tengamos en este mundo, lo importante es cómo lo vivimos. Él decidió aprovechar cada momento para hacer algo que le diera dolido a su vida y que dejara una huella positiva en los demás. Y eso es algo que todos podemos hacer, independientemente de nuestra edad o nuestra condición.
Así que la próxima vez que te sientas desanimado o sin fuerzas para seguir adelante, recuerda la historia de Juan y su frase “todavía les aventó mandarinas a los feligreses pero cierto”. Y piensa en todas las mandarinas que todavía tienes para lanzar en tu vida. Porque, como dijo Juan, mientras tengamos algo que dar, siempre habrá una razón para seguir adelante y